En estos momentos, en la que la polémica con la energía nuclear está servida ya que la preocupación que existe a nivel mundial es tremenda, especialmente por las vidas humanas perdidas y por las graves consecuencias que un fatal desenlace puede tener para los japoneses si no se atajan los problemas de la central de Fukushima. En este artículo que se ha reproducido se cita la importancia estratégica que tienen las centrales nucleares en los sistemas eléctricos occidentales. Pues bien, la gran ignorada del artículo ha sido precisamente la biomasa y la geotermia, a parte de los avances que se están realizando en la termosolar para poder almacenar energía.
Se cita entre otras cosas, ya sabido por todos, que la energía eólica debe contar con el respaldo de las plantas de ciclo combinado que hace excesiva la capacidad instalada por el hecho de la variabilidad del viento. Pues bien, ¿porqué no asegurar esa parte del suministro con una planta de biomasa que funciona las mismas horas que una central nuclear? ¿ y además pone en valor recursos naturales autóctonos, sin depender del gas ni del petróleo ni del uranio? ¿y crea más puestos de trabajo globales que cualquier otro sistema de generación eléctrica porque la biomasa debe estar en la central? ¿y ayuda a mantener limpios los bosques y a ofrecer cultivos alternativos mucho más estables a los agricultores?
Es una pena que un artículo interesante porque hace una síntesis de nuestro sistema eléctrico se haya olvidado de la capacidad de la biomasa. Si es poca la capacidad instalada en España es por lo que estamos aquí escribiendo y trasladando noticias que van apareciendo, pero parece ser que no lo estamos haciendo muy bien porque todavía se producen lagunas como la que hemos podido leer en el Diario de Sevilla que puede encontrar aquí.
Un sector estratégico para la estabilidad de la red eléctrica
La nuclear es la energía que más horas funcionó en 2010
¿Puede permitirse España el lujo de desterrar la energía nuclear? Éste es el debate reabierto tras el desastre de Fukushima, en el que intervienen furibundos detractores y defensores, mezclados con los intereses empresariales de un sector que genera ingentes volúmenes de inversión. Por encima del ruido, hay una realidad inapelable: la energía nuclear juega ahora mismo un papel clave en la estabilidad del sistema eléctrico nacional y su sustitución sólo es viable a largo plazo.
La potencia instalada en el sistema eléctrico peninsular asciende a 97.447 megavatios (MW), según el avance del Informe 2010 de Red Eléctrica (REE). El régimen especial, que comprende las tecnologías renovables, tiene la mayor porción de la tarta: un 34%. La eólica acapara el 20%, la solar un 4%, y el resto de tecnologías, como biomasa o cogeneración, agrupa un 10% del total. La hidráulica, que tampoco genera emisiones en la producción de energía, supone un 17% de la potencia instalada en España, mientras que el ciclo combinado acapara el 26% del parque de generación, y el carbón y el fuel suman un 9%. En cambio, la nuclear debe conformarse con un modesto 8%.
Estas cifras pueden llevar a subestimar el papel de la energía nuclear. El reparto de la potencia instalada no tiene correlación con la cobertura de la demanda. Los ocho reactores nucleares españoles cubrieron el 21% de la demanda eléctrica en 2010. La razón estriba en que la nuclear tiene una característica de la que carecen por ahora las renovables: regularidad. Según el Foro Nuclear, en 2010 las nucleares españolas operaron 7.946 horas; por término medio más del 90% de las horas del año y muy por encima de otras centrales de producción eléctrica.
La irregularidad de las renovables se plasma en que cada megavatio eólico necesita el respaldo de otro megavatio de ciclo combinado para evitar tensiones en el suministro. Su conexión al sistema depende de la velocidad del viento y es una situación impredecible para cada parque. Y si algo necesita un sistema eléctrico para funcionar es previsibilidad. Un ejemplo de esta variabilidad de la energía eólica es que en 2010 se registraron situaciones extremas: en la madrugada del 9 de noviembre, el 54% de la demanda fue cubierta con esta energía, mientras que en la mañana del 26 de junio apenas cubrió el 1%. Esta dependencia del clima es extrapolable a la hidráulica, que el año pasado aumentó su producción casi un 60% gracias a la alta pluviosidad registrada, pero que en años de sequía es muy inferior.
Además, las horas de máxima producción de energía eólica son las nocturnas, precisamente cuando menor es la demanda. Esta circunstancia obligó el año pasado a REE a desconectar parques porque no había demanda suficiente para asumir este exceso de producción. Y por la falta de capacidad de las conexiones con los países limítrofes -especialmente con Francia, otro de los problemas a resolver-, no se pudo exportar esta energía desaprovechada, que REE cifra en el 0,6% del total anual.
Tampoco la solar es alternativa por el momento. Su peso en la cobertura de la demanda es un 2%, exactamente la mitad de su aportación a la potencia instalada, y sigue siendo cara por ahora en relación con el resto de fuentes. Estos datos muestran que no hay una respuesta sencilla al dilema nuclear y que todas las salidas tienen un coste que la sociedad española debe estar dispuesta a asumir. Sea cual sea la solución, debe emanar de una planificación transparente a largo plazo por encima de eventos coyunturales y argumentos demagógicos. Y quizás eso es mucho pedir a la clase política española.
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